La ciencia no está "por encima" de la política y la ética: es intrínsecamente política y plantea problemas éticos de manera constante. Las consecuencias de esquivar estas cuestiones quedaron particularmente claras con la postura de los científicos que trabajaron para la Alemania nazi durante las décadas de 1930 y 1940. La acusación en 2006 de que el físico holandés Peter Debye era un oportunista que colaboró con los nazis reabrió el debate sobre la conducta de los físicos en aquel momento. En este artículo se considera lo que aquellos hechos nos pueden decir sobre la relación entre la ciencia y la política hoy en día. Se defiende que insistir en que la ciencia es un examen abstracto y apolítico de la naturaleza es un mito que puede comprometerla moralmente y hacerla vulnerable a la manipulación política.
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