Todos conocemos la rápida progresión de las posibilidades técnicas de los ordenadores, así como la de los útiles matemático-lógicos, que nos permmiten ambicionar cada día más, de cara al tratamiento de la información. Todos estamos convencidos de que este desarrollo afectará de forma creciente, en profundidad, a la organización y a la dirección de las empresas y sus conjuntos administrativos, abriendo camino a una eficacia creciente. Pero esta unanimidad acerca de las ideas generales no impide que la puesta en marcha en la práctica de sistemas de gestión modernos se libre de dificultades y de malentendidos graves. Estas dificultades se hacen tangibles por el hecho de que gran número de organismos que han puesto en servicio sistemas informáticos han obtenido hasta ahora más pérdidas que beneficios. Una mayoría, afortunadamente, obtiene un balance positivo, pero el caso de sistemas con muy alta rentabilidad parece poco frecuente.
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