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Resumen de La fragilidad de un nido: Estación de servicio en Doctor Esquerdo, Madrid

Silvia Blanco Agüeira, Antonio Santiago Río Vázquez

  • En ocasiones, surge la oportunidad de volver a alguna de esas joyas arquitectónicas que no tuvieron gran difusión editorial en su momento. Extremadamente vanguardistas y personales, pocos se reconocían en ellas, salvo un pequeño corro de locos atraídos por la modernidad menos ortodoxa. Nervios estilizados que se engarzaban en el aire y que se recortaban sobre el cielo o que se presentan de repente iluminados en la soledad de la noche acabaron por relacionar la obra de Juan Pedro Capote Aquino (Málaga, 1928) con los territorios creativos y sugerentes de la libertad de acción.

    Los programas de las estaciones de servicio se convirtieron para el arquitecto en un lugar idóneo para experimentar la solidez y la fragilidad del nido del que nos hablaba Alejandro de la Sota. No fueron ocasiones para excesos estelares, menos aún para la obtención de medallas, sino que se transformaron en ejercicios capaces de seducir la mirada del espectador sensible.

    Algo tan simple como cubiertas ligeras, bajo las que había surtidores, aportaron modelos claros de éxito y decisiones valiosas que iban mucho más allá del uso previsto. Las gasolineras levantadas a principios de los años sesenta en las madrileñas calles de María de Molina y Doctor Esquerdo aportaron frescura arquitectónica y también representativa, aunque ninguna de ellas haya logrado sobrevivir al paso del tiempo. Ambas han quedado ocultas bajo la envolvente de una conocida multinacional de hidrocarburos, su actual propietaria, transmutándose en arquitecturas ausentes. La investigación de la segunda de las propuestas, la ubicada en la calle Doctor Esquerdo, es especialmente atractiva: el interés por la ordenación del vacío, la administración austera de las estructuras, su economía constructiva y la creatividad en la disposición de las piezas hacen de ella un ejemplo pedagógico para las futuras generaciones. Su análisis crítico se plantea como el objetivo principal de la comunicación, en la medida en que permita establecer paralelismos con valores y estrategias vigentes en la actualidad.

    Juan Pedro Capote triunfó en diversos concursos durante su etapa estudiantil, y continuó ganándolos cuando inició su carrera profesional, tras establecer interesantes alianzas de colaboración con colegas como Fernando Higueras o José Serrano-Suñer, junto al que diseñó las dos estaciones de servicio anteriormente mencionadas. La desaparición progresiva de sus proyectos en las revistas de arquitectura coincidió con su alejamiento de la obra pública y del reconocimiento general, a pesar de mantener intacto su nivel de pasión en todas las actividades que emprendió. La comunicación pretende mostrar los instrumentos del proceso de proyecto que llevaron a Capote a saber situarse de lleno en la mentalidad del usuario y a lograr de forma natural la mejor actuación con la menor intervención posible. Hoy en día a eso se le denomina elegancia y creatividad, pero en los sesenta, estas operaciones arquitectónicas solo sirvieron para calmar la satisfacción personal de sus autores y que para que estos sonriesen secretamente victoriosos tras mantener inalterable su singular e intransferible vocabulario arquitectónico.


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