Las proteínas que detectan el sabor amargo no solo radican en la lengua, sino en otros órganos que nunca entran en contacto con alimentos.
Se ha descubierto que estas proteínas, denominadas receptores gustativos, activan mecanismos de defensa que eliminan casi en el acto a las bacterias.
Estimular tales receptores con compuestos amargos podría reforzar la respuesta inmunitaria natural y reducir nuestra dependencia de los antibióticos.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados