El final del Imperio Romano de Occidente fue atribuido por las fuentes antiguas a la llegada de una serie de pueblos bárbaros violentos y crueles como los godos, suevos, vándalos y alanos que llegaron a las Hispanias y que en pocos años destruyeron los cimientos de la civilización sin que los emperadores pudieran hacer nada por evitarlo. Estas informaciones manipuladas ocultan la situación de crisis interna preexistente, por la incapacidad de sus gobernantes para mantener el control de sus territorios y por la pobreza a la que sus ansias de riqueza había condenado a los ciudadanos, lo que facilitó el dominio de las provincias por los bárbaros y la creación de reinos independientes en ellas.
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