Aunque no precisa ni es afecta a reconocimientos u homenajes oficialistas —más bien los acepta por gentileza y cortesía—, Delfina Careaga ocupa, sí, un lugar fundamental en el ámbito de la literatura, no sólo por su elocuente, vigoroso y hasta humorístico discurso narrativo, sino por su cáustica y provocativa —demoledora— propuesta temática. Discurso y propuesta que la autora combina hábil e inteligentemente, gracias al dominio que tiene del oficio y a su depurado estilo (que no pierde sin embargo la vitalidad y la frescura); a que conoce el secreto y la esencia, el valor y el poder de la palabra; a la lucidez y capacidad imaginativa con que echa a volar su fantasía y, mediante el acto de la creación, a través de la escritura, penetra y (nos) descubre aquellas realidades —posibles o probables— que involucran al ser humano en su más sublime y degradada existencia.
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