Los cinco atrevidos entremeses insertados en las novelas de Castillo Solórzano aparecen frecuentemente contextualizados por comentarios metaliterarios.
Erotismo y arte van de la mano, ofreciendo una visión muy descarnada de la corte literaria madrileña, cuyos favores simbólicos suelen “ser pagados” por sus protagonistas en las tablas.
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