Si se define diseño como la respuesta industrial a un determinado conjunto de requerimientos funcionales, no cabe duda de que el desarrollo de una motocicleta de competición es uno de sus ejemplos más representativos. El esfuerzo de un extenso y heterogéneo conjunto de profesionales —desde ingenieros y mecánicos hasta pilotos y telemetristas— se pone al servicio de una única finalidad, como es conseguir un vehículo lo más rápido posible, preservando las exigencias indispensables de resistencia y seguridad; ninguna otra razón —estética, económica o de cualquier otro orden— perturba la consecución de aquella finalidad básica, sea cual sea el piloto que conduzca la moto, el circuito en el que se desarrolle la prueba o las circunstancias climáticas de la competición.
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