El arsénico está clasificado entre los escaróticos y cáusticos, si bien su verdadera acción sobre los tejidos vivos se desconoce. Terapéuticamente su acción como escarótico es peculiar; su efecto destructor es más evidente, ya que la descomposición de los tejidos se hace a beneficio de la pérdida de su vitalidad: es decir, la pérdida de la integridad del tejido precede a la necrosis arsenical, mientras que la mortificación escarótica es debida a la acción química de la aplicación del cáustico.
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