El mero hecho de que los anestésicos generales, al privar al individuo de conocimiento, le evita la sensación de dolor, es la prueba más palpable de que es en el cerebro donde se experimenta el dolor infligido a cualquier parte del cuerpo. Pudiendo distraer la imaginación podemos influir mucho en aminorar el dolor. Hay personas más o menos aptas para ser sugestionadas.
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