Debemos distinguir dos grupos de movimientos articulares: los que dependen de la articulación temporo-maxilar y los que dependen del entrecruzado. Para provocarlos no es suficiente con conseguir la apertura de la boca, también es necesario favorecer los movimientos de trituración, marcados por los planos inclinados de los dientes. La reeducación de la articulación es fundamental, de nada sirve una operación si a ella no se une una movilización que, además de separar las superficies de osteotomía, lleve a su posición el hueso y estimule los músculos masticatores. Para esto se utilizan aparatos pasivos, representados por medios no fisiológicos, y aparatos activos, proporcionados por medios que sí realizan una fuerza constante que, estimulando a los músculos insertos en el maxilar inferior, provoca movimientos más o menos fisiológicos. Estos son los aparatos a los que debe recurrirse, ya que su aplicación provoca la función que ha de crear el órgano; estimulan el músculo y no tienen el peligro de lesionar la cicatriz, corrigiendo además las desviaciones de la mandíbula a la que llevan a oclusión perfecta.
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