La tuberculosis no es una enfermedad que esté dotada de personalidad propia, como el tifus, paludismo, lepra, sífilis, viruela, etc. La tuberculosis que contiene tubérculos es, tan sólo, la continuación o secuela de un proceso infectivo sumamente vasto y complicado, producido por bacterias no ácido-resistentes, dotadas de la facultad no obligatoria de transmutarse en bacilos de Koch. Lo más frecuente es que estos bacilos de Koch no sean bastante virulentos para poder originar tubérculos, en cuyo caso, los asimilamos y su acción queda reducida a volvernos sensibles a la tuberculosis. Tras un experimento en cobayas y conejos, la inyección bajo la piel del abdomen en estado puro produce edemas inflamatorios y los ganglios inguinales experimentan un ligero empastamiento, tienen fiebre general y pérdida de peso; al cabo del tiempo mueren casi todos ellos ofreciendo a la autopsia intensas inflamaciones de las vísceras abdominales y torácicas. Sólo en aquellos animales cuya vida se prolonga lo suficiente aparecen en las vísceras inflamadas, hígado y bazo, un reducido número de tubérculos típicos.
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