El presente artículo apunta a una reflexión sobre los cambios de los paradigmas del pensamiento en la posmodernidad y su implicación en la realidad educativa, llegando a la conclusión de que, solo trabajando conjuntamente las tres dimensiones del proceso educativo: una epistémia reflexiva, una ética responsable y solidaria, y una estética sensata del ser, podemos contribuir en la formación del hombre como un ser trascendente, impulsando el alcance de un compromiso consciente con la vida, comparable con los avances científicos y tecnológicos, abriendo así la posibilidad de construir una sociedad más justa e igualitaria.
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