La disminución del empleo en la economía española durante los años más duros de la crisis fue significativamente mayor que la reducción de la riqueza generada. Esto se tradujo en un incremento de la productividad aparente del trabajo que no tiene parangón entre las principales economías de nuestro entorno: 11% en España entre 2007 y 2014, frente a 3,6% en Alemania, 3,2% en Francia, -0,1% en Italia y 0% en el Reino Unido. Pero ello no significa que las empresas españolas hayan experimentado mejoras sustanciales en sus sistemas de producción u organización, que los trabajadoras hayan adquirido nuevas destrezas, o que alguna innovación tecnológica generalizada haya permitido a los trabajadores hacer más con menos. El incremento de la productividad del trabajo en las fases iniciales de la crisis responde, principalmente, al ajuste de plantillas en sectores de actividad caracterizados por una baja productividad.
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