La noción de progreso ha funcionado como el motor impulsor de toda la civilización occidental. En efecto, la idea de progreso tuvo una gran influencia en la sociedad humana y en su historia. Pensar en la idea de progreso significa pensar que la civilización se ha movido, se mueve y se seguirá moviendo en la dirección que es deseable. Esta idea necesitó de un clima intelectual para ser albergada y esta atmósfera no se creó sino hasta el siglo XVI con la modernidad, cuando de la mano de las ideas de libertad, individualidad, autonomía, racionalidad, se fue forjando la cultura burguesa en detrimento del poder teocrático, y alcanzó su mayor auge y esplendor en el siglo XVIII . Así, se originó el llamado “proyecto ilustrado” que significó el triunfo y maduración de estas ideas: se consideraba que la razón llevaría al progreso económico y moral del hombre, entonces, surgió una idea nueva, la concepción de “civilización” en Francia. Para Jean Jacques Rousseau la Francia moderna no se encontraba frente al progreso de su civilización, por el contrario, consideraba que la llamada “civilización” había sido creada por el hombre, sólo con el fin de corromperlo y que unos pocos obtuvieran ganancias. Así, pues, el verdadero progreso no es económico y aparente, sino, que viene de la mano de la educación y perfeccionamiento moral del hombre.
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