Fue otra de esas jovencitassimpáticas, menudas y cantarinas que abundaban en los años cuarenta y cincuenta, y que llegaron a la gran pantalla gracias a los buenos oficios de dos estudios rivales: Universal y Metro Goldwyn Mayer. Todas ellas parecían cortadas por el mismo patrón y, por lo general, tocaban la fibra sensible del ´publico en edulcoradas películas musicales, o en otras cuyos argumentos estaban plagados de connotaciones sensibleras, de lo más adecuadas para propiciar la fácil lágrima del respetable. La morena y pequeña Ann Blyth no fue la excepción y aunque su carrera no fue excesivamente larga, dio buenas muestras de su buen hacer tango en musicales como comedias, e incluso en algún que otro título de contenido dramático como "Mildred Pierce" (Alarma en suplicio) que le proporcionó una bien merecida nominación al Oscar como mejor actriz en cometido secundario
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