"El general que se convirtió en esclavo, el esclavo que se convirtió en gladiador, el gladiador que desafió a un imperio" rezaba la publicidad de su estreno hace ya diez años. Quedaba claro desde un principio que nos asomábamos a una narración épica que acabó manejando con maestría los códigos del péplum romano, al tiempo que los actualizaba con las técnicas más avanzadas y con la sensibilidad propia del cine más intimista.
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