Un lado del ring, la posibilidad de alcanzar la gloría, en el otro, con dos metros y medio, varias toneladas de peso y recién rescatado del vertedero, Atom, el héroe de acero, en el medio, todos nosotros, sintiendo cada golpe como nuestro, soñando, sufriendo, emocionándonos y disfrutando de la historia como si fuera nuestra, como si fuéramos Charlie Kenton, ese ajado boxeador de voluntad inquebrantable que ahora entrena a Atom, el símbolo de un sueño, la prueba de que todo es posible, incuso en el cine.
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