La crítica literaria de los últimos años se ha acostumbrado a ver en Guillermo Valencia la cifra de una época, a la que es necesario referirse, para bien o para mal, cuando se trata de fijar límites a la actividad poética de cualquiera otro de sus contemporáneos. Y aunque el aserto no es valedero en un todo respecto de quienes se consideran sus discípulos, porque en este caso la augusta soberbia del maestro de Popayán los coloca al margen, sí lo es, y en alto grado, cuando se trata de Luis Carlos López, quien por su tono, sus temas y su "aliento" ha pasado a ser manoseable.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados