A fines de 1926, desde las columnas del Suplemento Literario Ilustrado de El Espectador" se encienden las zarzas de la crítica contra la piel ya curtida de José Eustasio Rivera. En esta vez, lo hace el escritor Luis Trigueros, para increparle a Rivera que su novela carece de método, de orden, de hilación y de penetración sicológica.
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