Ya desde fines del siglo XIV en Portugal se ha comenzado a mirar los asuntos del mar como asuntos particulares del reino. Joao I, su hijo Enrique II el Navegante y sobre todo Joao II, declaran tácitamente que si el Adriático y el Mediterráneo son los cotos de caza reservados a venecianos y a genoveses, el Atlántico ha de serlo única y exclusivamente para los portugueses.
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