El partido que en la Península rechazaba la política de la "mano dura" con que los militares quisieron aplastar el movimiento independista, formaba parte de la oposición general contra el absolutismo instaurado por Fernando VII, "el rey deseado", cuando este revocó la constitución de 1812, encarceló a las figuras más prominentes de las Cortes de Cádiz, disolvió el parlamento y entregó el gobierno a una camarilla reaccionaria. Todo esto condujo a sublevaciones -aplastadas- de Pamplona, La Coruña, Barcelona y Valencia y a la formación de dos partidos antagónicos: liberales y conservador es que paralizaban las acciones gubernamentales.
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