El día de San Lorenzo de 1606 cerraba sus puertas al mundo un nuevo convento santafereño, que se acababa de bautizar con el nombre de San José. Ni el Arzobispo, don Bartolomé Loboguerrero, ni el Presidente de la Audiencia, don Juan de Borja, que tan alborozados asistían al acontecimiento, acompañados de otras dignidades y mandatarios del reino, podían imaginar en aquellos momentos el cúmulo de sinsabores que aquello les iba a ocasionar
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