Carlos Obregón Borrero configura una abrupta geografía, en la historia "interior" del hombre. Espíritu contrahecho, azorado en el filo abismal de una sociedad plagada de vicisitudes, de profundos jeroglíficos y de inciertas respuestas. Su paso por la tierra es sencillamente un silencio estrepitoso, una tortura violentando la carne del verbo, un grito que hiere hasta el lenguaje. Junto a Jorge Gaitán Durán y junto a Eduardo Cote Lamus con su paso acallado y huidizo, Colombia siente reverberar la sangre en sus entrañas... fluorescencia de la muerte en el misterio de la vida.
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