Para el español del siglo XVI tuvo que ser deslumbrador el primer contacto con el Nuevo Mundo. Nuevo, no solamente por razón de su descubrimiento sino porque en él todo es nuevo y diverso. Las costas de los mares ricas en ostiales; ríos formidables por el caudal de sus aguas y por sus nunca vistas especies de peces; bosques y selvas de lujuriante vegetación, poblados de fieras y animales extraños, aves de vivísimo plumaje, frutos tan diversos de los europeos como el mismo clima, montañas grávidas de ricos metales.
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