Hasta los días payaneses universitarios de mi generación- Rafael Maya, Jorge Eduardo Guzmán, Víctor Aragón, Efraim Martínez, Víctor Quintero, Gerardo Paredes y otras yerbas no menos aromáticas del "valle feliz"- en el frontón del claustro ilustre se leían: Initium sapientiae timor domini. Paralelamente, los estetas de hoy bien pueden afirmar que el principio de la más acendrada poesía es el saludable pudor del yo.
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