Antiguamente debió ser un viaje, por entre nubes de polvo, largo, tedioso, aburridor y cansón el que se hacía de Cali a Popayán. No era, sin duda, la carretera, nada distinto a un estrecho y peligroso camino de polvo, en verano, y de lodo, en invierno. En tiempos de Mosquera, de Obando, de Caldas, de Torres y de Conde de casa Valencia, la cosa debió ser mucho más grave. Peor. Y con razón.
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