Cuando no es el historiador colombiano un yerto inventarista de cronologías y de iconografías, sino -y esto, la excepción- un trabajador consciente de su responsabilidad y de su trascendencia el éxito de su labor no está condicionado por su penetración crítica, mas - ¡válgame Dios!- por el azar no siempre propicio de la suerte y aún se podría agregar que por su simpatía personal, su audacia y hasta su impermeabilidad a muchos defectos constitucionales del prójimo.
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