La cultura de un pueblo no es obra de un breve lapso ni llega de una vez para siempre; es ella un esfuerzo sucesivo de las mentes más evolucionadas, que pasa de una a otra generación, con estímulos permanentes hacia las nuevas promociones humanas, que, a su vez, los transfieren al inmediato o remoto futuro. Los mayores crean sus obras que, en el decurso temporario, se van tomando como modelos para la mentalidad de cada tiempo, en cuyo fluír incensante aparecen los continuadores, los que revalúan, los que acendran, y los que se rebelan contra aquellos modelos.
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