El mozo tiene apenas veinte años, un poco corridos, y acaba de llegar de Europa. Es bien plantado, y una barba incipiente le enmarca el rostro, de notable palidez, y hace resaltar la nariz aguileña, pero muy proporcionada. Viste con alguna afectación, a la última moda de ultramar, y fuma incansablemente cigarrillos de boquilla dorada lanzando el humo con estudiada indolencia.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados