Para los argentinos -Y lo mismo ocurre en otros países hispanoamericanos- la llegada de un diplomático de nuestra América que es, además, hombre de letras y de espíritu, constituye siempre un acontecimiento feliz.Hay una tradición, no muy fuerte, es verdad, pero lo suficientemente decorosa, en esto de los embajadores intelectuales. Con esa confianza ingenua y estupenda en que el prestigio literario abrirá las puertas y la curiosidad de quienes nos ven desde lejos, contra un horizonte exótico, enviamos a poetas, novelistas, ensayistas y profesor es para que nos hagan conocer en uno de los aspectos más universales e indiscutibles: el de la inteligencia. México y Chile suelen llevarse la palma en la consideración general; pero en realidad todos nuestros países, de una u otra manera, suelen mandar a los hombres de letras para que los representen en el extranjero.
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