Parece que el mayor infortunio que puede soportar un hombre libre es ciertamente la pérdida de la libertad. Así lo reconoció el revolucionario francés Víctor Jouy en su drama político Los ermitaños de la cárcel, cuando después de describir el insoportable dolor de la prisión, no deseó para los tiranos de Francia otro castigo que el calabozo. "Para que los partidarios de la tiranía se tornen amigos locos de la libertad –decía Jouy- no hay más que encarcelarlos".
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