"¿Para qué las ciudades? Quizá mi fuente de poesia estaba en el secreto de los bosques intactos, en la caricia de las auras, en el idioma desconocido de las cosas ; en cantar lo que dice el peñon a la onda que se despide, el arrebol a la ciénaga, la estrella a las inmensidades que guardan el silencio de Dios" (L. V., pág. 91) (1).
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