Existe un cuadrito de Gutiérrez Solana -un liencito amargo, de unos treinta centímetros de alto por cuarenta de largo- donde hay cuatro gitanos negros, cuatro gitanos duros, que parecen cuatro carbones humanos contra el bloque de cal y sol de una barda andaluza. Severos, luctuosos, metidos en sus facciones como en otros tantos catafalcos, esos cuatro camineros gitanos. Parecen, a un tiempo mismo, bandoleros y santos. Lo de bandoleros puede que no les siente del todo mal pero en lo de santos tenemos que explicarnos.
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