Cien años se han cumplido de la muerte del gran polígrafo venezolano Andrés Bello. Venezuela, en el mayor número de sus instituciones culturales, le ha rendido fervoroso homenaje, y junto con ella numerosos países americanos de raigambre hispana. España no podía faltar en esta cita de acercamiento espiritual, porque el gran caraqueño representa, en el concierto de la sangre y del idioma comunes, figura preclara de inconfundibles relieves y personalidad de extraordinarios rasgos que lo hicieron el más caracterizado defensor de nuestro patrimonio idiomático, lo que viene a representar en la estricta apreciación de su influencia el vínculo de mayores alcances y de perdurable unidad racial.
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