A muchas gentes cándidas y humildes de las provincias del Carchi e Imbabura debió causarles verdadero espanto la noticia de la guerra con los Estados Unidos de Colombia, por la aureola diabólica que rodeaba a los colombianos, por lo menos a su jefe y presidente el general Tomás Cipriano de Mosquera, de quien se decía que era rojo, masón, hereje, casi el Anticristo, y que mantenía estrechas relaciones privadas con el diablo, despidiendo el mismo olor de azufre y aceite, característico del emperador del Averno y de sus típicas legiones de monstruos y satanases.
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