Gonzalo García Zorro fue un criollo y por tanto su única, lejana posibilidad de surgir se entreveía vinculándose a la iglesia. Desde niño fue palpable la inteligencia de este mestizo de baja estatura, tez cobriza, rostro alunado con pómulos bien definidos y ojos algo rasgados. Por recomendación de su padre, al cura Juan de Castellanos, éste lo hizo su discípulo y lo inició en la lectura y en el conocimiento de la música que embelesó al muchacho.
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