Una disertación sobre música -así sea de intrascendente y fragmentaria como esta- precisa, como punto primordial indispensable, fijar la noción del sonido. Un filósofo afirmó que el sonido es el hermano terrenal del alma, terrenal pero legítimo; tal vez de allí otro dedujo una de las definiciones más adecuadas a la música como creación espiritual que es el "arte de pensar en sonidos".
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