En la revolución del 10 de agosto de 1809. con que prácticamente se desencadenó desde Quito el movimiento emancipador de las colonias hispano americanas, tuvieron figuración, como insurgentes, varios personajes neogranadinos residentes a la sazón en esa capital, ora como funcionarios del gobierno, o ya como profesionales u hombres de negocios. Quito atraía entonces a los americanos de distintas regiones como ciudad progresista, acogedora y confortable, centro de actividades comerciales y de una sociedad exquisita, condiciones que hacían la vida amable y ofrecían posibilidades para todas las gentes.
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