La copla viajera no ha menester pasaporte ni reconoce otra frontera que aquella que el idioma le opone. Para el cantar anónimo no existen las distancias, cuando traspone mar es y cruza continentes en alas de la música. Si en el camino se detiene la estrofa, es para remozarse con el ropaje de cada pueblo, reclamar carta de ciudadanía e incorporarse al tesoro de la tradición oral.
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