A diciembre le brotan -no sabemos de dónde- transeúntes y juguetes. Gentes que no volveremos a ver, ni siquiera en el próximo diciembre. A ese señor, parsimonioso y gordo, con una ceja visiblemente más levantada que la otra, con el abrigo desplegado y un gusto regalón en las mejillas, le gusta mucho este último mes del año. Se detiene ante las vitrinas -en especial las vitrinas con un pollo acróbata sobre una parrilla de mentirijillas- Y luego se palpa, como una fruta bien madura, colosal y madura, su vientre esplendoroso. Primero su vientre.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados