Es explicable -pero no recomendable- el prurito del historiador europeo de atribuír a las personalidades que llenan el ámbito de las épocas y los períodos, el papel motriz de la historia. No que se desconozca su rango de actores; pero de ahí a invertir los términos, hasta llegar a presentarlos como los fautores absolutos de los hechos, hay buen trecho por recorrer.
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