La primera vez que tuve noticia de la poesía de Pasternak, fue en una conversación en la que, a propósito de la reciente edición italiana de Giangiacomo Feltrinelli de El doctor Yivago, Ilía Eremburg nos contó a varios amigos, en la sala de recepción del Hotel Malmen de Estocolmo, que en un recital de poesías, cuando Pasternak leía una de las suyas, cayeron unas hojas de sus manos y, al interrumpir la lectura para recogerlas, el pueblo en coro continuó hasta la terminación el poema.
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