El vertiginoso descenso demográfico de la población aborígen a raíz de la ocupación española, alarmó como sabemos, a las autoridades peninsulares. Se trató de deternerlo con una larga serie de disposiciones legales, de escasa eficiencia. Por su parte, cronistas e informantes pretendían explicado con las "pestes": epidemias que periódicamente azotaban el Nuevo Mundo y que se cebaban especialmente en los indios.
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