Entre los personajes vivos del teatro universal y de la vida real existe una transmutación frecuente; de la misma manera que algunos hombres abandonan su identidad para convertirse en tipos ideales, ciertos personajes ficticios adquieren todas las características de los seres humanos. Unos y otros conforman esa teoría de valores que nos ayudan a juzgar, a compararnos, y a comprender la realidad. En el momento en que el personaje entra a constituír un mito, su existencia física parece innecesaria: vivo o muerto, real o ficticio, sabemos que su imagen no podrá variar, que pertenece al futuro, a ese tiempo que no habremos de conocer.
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