Hace algún tiempo tropecé con un excelente tallador de maderas, centroamericano por los cuatro lados y amigo en las jornadas que por aquí se viven. De primera mano me contó que habia pasado un par de meses en París, vengando como se acostumbra, las restricciones de días anteriores. Intentando sumarme a su complacencia le recordé todos esos museos que debía haber visitado, por estricto deber profesional. Con la sangre metida en el rostro y algo tartamudeante me confesó que en eso habia fallado.
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