En presencia de estos muros la dignidad ciudadana se irguió el 20 de julio de 1810. Desde el abrigo de este alero se esparcieron en alas de todos los vientos las voces de los criollos enaltecidos por la sangre española del siglo XVI, para reclamar con altivez los derechos que pretendieron negarles y les negaron los peninsulares del siglo XVIII.
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