La violencia política es una de las problemáticas centrales de la narrativa peruana del siglo XXI. La ficción novelesca se aproxima a las representaciones identitarias individuales y comunitarias a través de las memorias. Los primeros relatos sobre la guerra provienen de la región andina y reconocen su genealogía en el neoindigenismo. Desde 1990, como señala Caros García Miranda,1 se reconfigura la agenda literaria peruana y los escritores limeños se incorporan a esta narrativa.
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