Tras arduas gestiones los tinerfeños consiguieron la tan ansiada universidad y, con ello, el establecimiento de estudios superiores. Sin embargo, las rivalidades entre Tenerife y gran canaria hicieron tambalear esta institución, que estuvo sujeta a las presiones de la pugna intracanaria y a las variables de la política gubernamental. La trayectoria intermitente de la universidad dificultó la formación intelectual de los jóvenes tinerfeños, que vieron truncados sus deseos al no poder concluir sus estudios superiores. Los problemas ideológicos generados en el país contribuyeron al declive universitario.
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