Este artículo plantea un estudio de la carrera de Monseñor Bryan Walsh, sacerdote inmigrante irlandés, en el contexto de una iglesia católica activista en Miami y con relación a varias olas de inmigrantes, procedentes de América Latina y el Caribe, que transformaron a Miami y al Condado de Dade entre 1960 y 1990. La autora investiga los nexos entre el manifiesto apoyo de Monseñor Walsh en favor de la comunidad cubana en el exilio y sus menos reconocidos esfuerzos en defensa de centroamericanos y haitianos que arribaron posteriormente en busca de asilo. El notable éxito de Monseñor Walsh en la primera mitad de la década de los sesenta como administrador del Cuban Children’s Program definió su reputación como amigo leal de los exiliados cubanos y firme soldado de la “Guerra Fría”. No obstante, la autora demuestra que el apoyo de Walsh a la comunidad cubana en el exilio, al mismo tiempo que concordaba con su ideología anti-comunista, reflejaba también un compromiso de carácter profundamente espiritual que lo llevaría a abogar por otros refugiados de América Latina y el Caribe que buscaban refugio en Miami en la década de los setenta. Al mantener Walsh esta actitud incluyente hacia “los pobres y los desconocidos” en Miami y el Condado de Dade, la autora concluye que el Monseñor anticipó las prioridades definidas por la iglesia católica en el Segundo Concilio del Vaticano, al tiempo que lanzaba una temprana crítica al razonamiento, típico de la Guerra Fría, que continua manteniendo distinciones interesadas y arbitrarias entre algunos bienvenidos como exiliados políticos y aquellos definidos, y rechazados, por ser inmigrantes “voluntarios” de carácter económico.
This article analyzes the relationship between the career of Irish immigrant priest Monsignor Bryan Walsh, Miami's increasingly activist Catholic Church, and the diverse waves of Latin American and Caribbean immigrants that transformed Miami-Dade County between 1960 and the mid-1990s. In it, I explore the relationship between Monsignor Walsh's highly visible efforts on behalf of Miami's Cuban exile community and his less acknowledged advocacy for the city's later Central American and Haitian asylum seekers. During the first half of the 1960s, Walsh’s perceived success as administrator of the Cuban Children’s Program established his enduring reputation as a committed “Cold Warrior” and loyal friend to U.S resident Cuban exiles; however, I argue that Monsignor Walsh’s support for the Cuban exile community, while harmonizing with his anti-communist politics, also reflected a deeper spiritual commitment that would lead him by the 1980s to advocacy on behalf of the other displaced Latin American and Caribbean peoples who began seeking refuge in Miami in the 1970s. Adopting an inclusive stance on behalf of the “stranger and the poor” in Miami-Dade County, I conclude that Monsignor Walsh anticipated the Catholic Church’s new priorities following the Second Vatican Council, even as he offered an early challenge to the Cold War calculus underlying immigration policies that continue to draw arbitrary and self-serving distinctions between those who are welcomed as political exiles and those who are excluded as economic and ostensibly “voluntary” migrants.
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